martes, 7 de junio de 2022

Psicoterapia escolar

Columna publicada originalmente en La Patria

Visité mi colegio, el Seminario Menor –Semenor–, hace apenas algunos días para hablar con los estudiantes próximos a graduarse y entender cuáles son sus expectativas y sus miedos de cara a la vida que se inicia una vez terminen sus estudios de bachillerato.

Con mi amigo Mateo Trujillo pasamos por algunos salones, los mismos donde nosotros también estudiamos ya hace más de una década, quizás ávidos por las mismas ilusiones de aquellos adolescentes que ahora están prestos a graduarse. Por eso, en sus miradas notamos un montón de emociones, algunas de miedo, otras de promesa. 

Escuchamos muchas historias; unos todavía temen al concepto regresivo de padres de familia que exigen que sean ciertas carreras las que se acepten por sus hijos para poderles pagar la educación superior; también, los que no saben cómo financiar esa etapa, puesto que no han recibido, como muchos de nosotros, educación financiera; cátedra que debería enseñarse desde lo más elemental de la primaria. Estaban los que saben lo que quieren, pero no conocen cómo lograrlo. 

lunes, 16 de mayo de 2022

Los leales

Reconocer la necesidad que tenemos de los amigos es un paso esencial para gozar la vida. Ellos, como bien se ha dicho, son piedra angular en nuestro desarrollo social y emocional. Sin su presencia, pues, la vida carecería de mucho sentido. Bien lo expresó Baltasar Gracián hace varios siglos: “Cada uno muestra lo que es en los amigos”.

Independientemente de lo que pueda considerarse por circunstancia o no, creo que los amigos cumplen una misión en la vida, según el momento en el que llegan, para mostrarnos muchas facetas que podemos ignorar, sea por protección personal –vía mecanismo de defensa– o por simple ignorancia supina. Por eso hay unos que son para siempre y otros que duran un poco menos. 


Cada quien sabe qué tipo de refugio encuentra en los amigos, sobre todo, en momentos actuales cuando la palabra ha perdido la fortaleza de su contexto, pues ya las amistades se confunden sencillamente con los seguidores, como si el vínculo único de un afecto pudiera replicarse con tener una tropilla a merced de todas las ocurrencias. Nada más alejado para la definición real. Un buen amigo, como quien inspira esta columna, debe ser experto en llevar la contraria.

Así, un buen círculo de amigos es, también, una buena red de apoyo. En cierta medida, quienes conocen el peso y calibre auténticos de ese vínculo sagrado, son ese primer auxilio psicológico que emerge cuando se presentan dificultades en el camino. Su obrar marca, sin importar sus conocimientos, el nivel de descanso que encontremos en sus consejos. Son esos primeros terapeutas, si les podemos llamar así, que alivian las angustias que asfixian a veces la razón.

miércoles, 27 de abril de 2022

El efecto Ígor

Ígor está de cumpleaños. Es su primer aniversario. Al menos, eso fue lo que nos dijeron cuando lo adoptamos, que sería por estas fechas. Su llegada a la familia ha sido más que una buena noticia; superó todas las expectativas y, por suerte, superó todos los miedos que pudieran haberse creado.

Ígor no habla, pero su compañía es óptima en los momentos en los que se decae el ánimo. Llegar a casa y sentir su afecto es algo que nunca había experimentado en mis 29 años de vida. Me tardé mucho en llegar, -no sé por qué fue tanto tiempo o tal espacio-, pero su arribo a mi hogar es un acontecimiento que merece toda la algarabía del caso.


Ígor es mi gato; la primera gran mascota en propiedad de mi vida. Cuando fui niño, junto a mi hermano, tuvimos unos canarios, pero estos murieron una madrugada de año nuevo cuando los encontramos flotando en un tanque de agua. Fue un momento difícil de observar para un niño y aún lo cargo como adulto. Nos rodeamos de algunos perros de parientes, como Júnior, que se lo robaron, o Teo, que vive en Cali.

En junio del año pasado adoptamos a Celsius. Así llamamos al gato de raza siamés; lindo como él solo. Después de mucho pensarlo, en la familia nos sentíamos preparados para adoptar una mascota. Por facilidad pensamos en un felino. Así que Celsius recibió nuestro abrazo. Sin embargo, este pequeño gato, de semanas de nacido, murió apenas 10 días después de llegar a nuestra casa. Tenía una enfermedad de base, lo que significó una enorme pena y una demoledora derrota para el ánimo de adoptar una mascota.

viernes, 1 de abril de 2022

Silenciar para vivir

Por muchos años, cada noche solía poner el celular a cargar al lado de mi cama, sobre un nochero. Tampoco lo dejaba apagado y solo lo configuraba en vibrador para que, en caso de una llamada, no muriera de un ataque al corazón por el sonido brusco del ringtone. En mis planes mentales estaba contestar, así nadie quisiera llamarme a las 2:00 a.m. de cualquier día.

Yo no soy precisamente un monumento al sueño y siempre me despierto en medio de la noche, quizás para hacer una pausa activa o para buscar una posición más cómoda al dormir. Sin importar la hora, mi cerebro, que no se desenchufa, como el mismo internet o el mismo celular, de una u otra manera, salía del letargo del sueño para conectarse de inmediato con las novedades provistas por una extensa hilera de notificaciones. 

Al despertar sentía que no había descansado o que la reparación propia del sueño nocturno había sido estéril por cuenta de una adicción o dependencia. De la misma manera, por mucho tiempo me impuse la labor de responder rápidamente los mensajes que me enviaban por chat. Craso error.

Y así, de la nada, entendí que había construido mi realidad inmediata en la hiperconexión. El celular, la tableta, el reloj, todo estaba constituido bajo el mismo perfil y el mismo sujeto que estaba siempre atento a lo que podía suceder y no sucedía. Incluso, de cargar en el reloj inteligente las notificaciones del celular, solía revisarlo constantemente sin siquiera recordar la hora.

lunes, 19 de julio de 2021

El gatito

En la noche del jueves 8 de julio recibimos un lindo gatito. Venía en una bolsa y, según sus tenedores originales, había nacido el primer día de junio. Recibíamos, pues, en casa, la muestra más tierna de la naturaleza: unos humanos se encargaban de dar un poco de cariño a un pequeño animal para que este pudiera crecer y estar tranquilo. El primer día llegó ansioso, temblaba del miedo. Era otro sitio, otro lugar para él.
 

Oírlo maullar día y noche se convirtió, entonces, en nuestra pasión, en un nuevo modo de vida. Creo nunca en mi vida había estado tan cerca de una labor de padre, o madre, o a lo que diera lugar todo esto. Tampoco había estado tan cerca de un animal; todo era sui generis para mí. Hace algunos años, en mi época más insensible, juré nunca tener cuidado por un animal, pero los 28 años y la vida me presentaron otro presente mucho más amable y cálido.

Su nombre siempre fue un misterio. Pensé mil nombres, pero terminé llamándolo Celsius. Se convirtió en mi amigo y mi confidente. Dormía en mi cama y, como era normal, quise hacer una prueba. Le reproduje largos videos de música para dormir gatos y acerté. Luego, se pasaba a mi silla de trabajo y dormía sobre mi regazo. Incluso, lograba meterse entre mi camiseta en búsqueda de calor.

viernes, 16 de abril de 2021

La cura del abrazo

Por ocasiones siento que la pandemia no me ha pasado factura, aunque me ha hecho cobros diferidos y de contado que me logran mover todas mis estructuras personales. Debo, también, confesar que soy un individuo dependiente del cariño y del tacto, por ende, la falta de saludar o despedir de mano y abrazar ha sido de los mayores atropellos que ejecuta la pandemia. Iluso sería decir que no espero que me devuelva un poco de lo que me ha quitado o de lo que me ha privado.

Los abrazos tienen algo muy especial. Nunca dos corazones que se quieren están tan cerca, como cuando se abrazan. Los divide la piel y la carne, pero se oyen; se escuchan, están en sintonía. Quizás sus latidos se acompasen al estar frente a frente, de pronto combinan las fuerzas de sus afectos y se funden en esa sensación que arropa y que, a la vez, libera.

Creo firmemente que abrazar tiene un poder curativo. Primero, porque quienes están dispuestos a abrazar logran cubrir las necesidades afectivas del otro protegiendo con sus brazos y su cuerpo, mientras que los abrazados encontramos el más profundo refugio allí. Es la intimidad de la confianza, eso que nos hace mover nuestros intereses por vivir en comunidad, por querer y por amar.

A veces dejamos los abrazos para fechas especiales o para las penurias, cuando debemos buscarlos como un ruego para la tregua emocional. Por tal, considero que la pandemia nos persuade para abrazar más, al encuentro, a la despedida, en el momento alegre y en el melancólico. Es una oportunidad.

domingo, 7 de marzo de 2021

Encontrarse con uno mismo

Pasamos todo el tiempo con nosotros, pero, casi nunca, estamos con nosotros. Suena a cliché o a idea salida del tono, pero, a lo que voy, es que en muchas ocasiones perdemos la sintonía propia por buscar saber qué frecuencia tiene el mundo exterior.

Para podernos integrar perdemos parte de los nuestro, como si fuera una licencia, para poder recibir de lo exógeno. En otros momentos, lamentamos haber puesto tanta reticencia en aspectos fuera de nuestro control que, finalmente, optan por robarnos paz y serenidad, dos de los insumos más esenciales para vivir sin remordimientos reales y no pasajeros.

Para apartarse se necesita voluntad; a veces se adquiere porque es la única salida o porque la fatiga y saturación que nos causa la hiperconexión y el intercambio con otras personas nos rebosa lo que estamos dispuestos a dar y, asimismo, recibir.

También, es un despropósito que muchas personas tomen como una ofensa entender que alguien se quiere aislar de ellas; es algo así a personalizar el deseo ajeno de libertad. “Nadie puede ser libre si yo no lo permito”. Pero la vida es más que eso, hay que recordar que, entre las mayores mentiras existenciales, están los egos y todos cargamos con uno. ¿Cuánto nos permitimos engañarnos por él?

martes, 2 de febrero de 2021

El patetismo (ser cursi)

Existe una asociación general por muchas personas de vincular las palabras patético con ridículo. Y, aunque, entre líneas puede haber una asociación, el diccionario, realmente, explica que un patético es aquel que “conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza”. Así que, de ridiculez, queda poco.

Etimológicamente, el término patético viene del griego pathos que significa emoción, sentimiento o, también, enfermedad. Asimismo, se les define a los patéticos como algo o alguien que conmueve o impresiona mucho. Quedémonos con esta acepción para desarrollar esta lectura.

Así, entonces, hemos cubierto bajo un manto de vergüenza ser patéticos. Algunos le llaman ser ridículos, otros prefieren denominarlo vagamente “hacer el oso”, y, entre tanto, se define como dar pena. Pero, este significante, no corresponde a quien lo siente, sino a quien lo percibe.

El afecto y el cariño están fundados en patetismo. Sin embargo, en algún momento de nuestra vida, resolvemos erróneamente ahorrarnos expresiones patéticas porque, supuestamente, nos hacen vulnerables. Y, es que, como humanos, hemos desarrollado un pánico idiota ante la vulnerabilidad, como si esto significara ser inferiores, insignificantes o inútiles. Así, hemos crecido con un montón de ideas que solamente nos filtran de ser quienes somos en realidad.

viernes, 8 de enero de 2021

Simple. Viajar, simplemente.

Confieso que soy un mal viajero. Quizás mi espíritu capricorniano me llena de inseguridades y falsas preocupaciones y, por eso, intento llevar mi mundo en una maleta llena de suposiciones: “esto por si hace mucho calor, o esto, por si hace menos”.

En esa retórica he crecido. Soy un hombre de viajes muy medidos porque me complico demasiado en y con todo. Justamente, mi más reciente viaje a Cartagena me lo dijo explícitamente: Aprende a ser más sencillo; más simple. Me permití una licencia de mis inseguridades y quise que todo fluyera, sin preocuparme por caminos, presupuestos y un montón de supuestos.

Muchas personas atinan a decir que lo mejor que guardan muchos planes es su componente de sorpresa o improvisación. Este fue así. En dos días se resolvió, sin meditaciones o cuidadosos análisis; dejándose llevar. Cartagena la he visitado varias veces en misión académica, pero ya eran más de 12 años en los que no saludaba esa ciudad únicamente en las sandalias del turista. 

martes, 15 de diciembre de 2020

Mateo sobre 'El amor en el desierto'

Por Mateo Trujillo G.

El amor en el desierto es un viaje por los dulces y amargos del querer. Retrata magistralmente el moderno mercado de egos en el que se ha confundido con mercancía al más puro de los sentimientos. Nos señala cómo hemos permitido que el cortejo supere al romance y que las sensaciones momentáneas se roben los verdaderos deseos del corazón; cómo llegamos incluso a olvidar nuestra esencia por acomodarnos al flirteo de turno, perdiendo la autenticidad.

Es como leer la crónica de una muerte anunciada, donde se esboza el engaño en busca de un ideal de perfección que nos ha cegado a través de los medios que lo comunican, lanzándonos de cabeza al egoísmo. 

Eva-Maria Nüßmeyer - EyeEm - Getty Images

Nos acostumbramos a esperar demasiado e incluso a exigirlo, sin haber entregado nada, pero además reclamamos nuestra contraprestación cuando amar es dar sin condición.

El autor nos lleva por las arenosas y desoladas dunas del amor superfluo, para luego recibirnos en un oasis de esperanza. Allí mismo nos muestra cómo la brújula para orientar nuestro camino y dejar de vagar en desaires radica solamente en nosotros, bien al interior. Escucharnos, conocernos, saber lo que queremos y brindarnos tal como somos, resultan, al final, ser las herramientas de salvación para el viajero errante. Quien encuentra sosiego en los ojos amantes que lo ven desde el corazón y le entregan sin medida su inagotable esencia.

Sentido, contundente y práctico, este texto nos anima a desaprender el amor, para volver a amar.

Lea 'El amor en el desierto' haciendo clic aquí

lunes, 9 de noviembre de 2020

Los malos días

Son prescindibles los malos ratos, pero no los malos días. Quienes creen en la fortuna y, quienes no, se aprestan a recibir con la misma expectativa tanto los buenos, como los malos. Vienen empacados por igual, sin exceptuar que la recepción de los eventos es lo que los tiñe de calificativos.

En los buenos días todo fluye. En los malos; también. Fluyen problemas y adversidades. Decepciones y sensaciones de despropósito. Los malos días, curiosamente, son los que les dan sabor a los buenos, porque no podrían existir sin el otro; como una relación de codependencia que nos tiene a todos inmersos.

En los malos días tenemos determinación y coraje, pero no prudencia. En los buenos, una sensación de armonía que también termina, hasta en algún momento colindar con un mal día. Hay días de días, hay que decirlo. Este ha sido un gran mal día, pero, teóricamente, el inicio de los buenos días, también. Claro está; hay que gestionar soluciones y darles prisa a despedidas que no perdonan más esperas. Este fue un tirano y lo ordenó sin otro remedio que acusarle razón.

Eso sí, no se pueden, estimado lector, llevar los malos días a los buenos. Los malos días son breves; no duran más de 24 horas; nosotros les podemos dar continuidad y cuando eso pasa, erradicamos los buenos días que tanto mentamos en las mañanas. El mal día se siente pesado; solo hay que dejarlo caer y no sostenerlo en el aire. Es eso, justamente, lo que busca de nosotros.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Se me acabó el amor

Hoy volví a entrevistar a la artista y cantante Maía gracias a Pedro Serna y el equipo de ‘El Club del Oyente’, programa en el cual participo todas las mañanas en la emisora que produzco. Y fue un momento de absoluta revelación y sintonía.

En las ocasiones anteriores de dialogar con la artista, nunca había caído en el sentimiento de preguntar por una canción de principio de siglo denominada ‘Se me acabó el amor’. La conocí, por coincidencia, hace algunos meses, cuando comprendí que ese manantial enorme de energías existenciales, como el amor, sí se puede dosificar o, por defecto, detener.

 “Quería hacer música romántica… Momentos de introspección y reflexión, pero también de bulla y alegría. Lo más importante en este tipo de canciones creo que es nuestro sello, es la manera de conectarnos con esta canción y poner nuestra voz al servicio de una canción, no la canción al servicio de una voz”, me ripostó la cantante cuando le pregunté sobre la esencia y la fuerza que tiene esta pieza para voltearnos patas arriba en cuanto a emociones se refiere.


Escuche la entrevista en este audio

sábado, 15 de agosto de 2020

Personas inesperadas


Es una costumbre generalizada de nuestro actuar humano , asumir que el círculo social más íntimo constituye el mundo en su esplendor. Solemos envolvernos de tal modo en nuestras relaciones que nos enfrascamos en dimensiones en las que solo hay espacio para lo conocido. Permanecemos ciegos al hecho que, fuera de esa burbuja imaginaria, hay verdaderos tesoros en forma de personas, experiencias y situaciones, esperando por ser descubiertos. Tesoros que se revelan de la manera más fortuita, pero justo cuando más lo necesitamos.

Somos seres sociales por naturaleza, no nos gusta caminar solos, por ese motivo desde muy temprana edad conformamos nuestra propia manada. Conectamos con personas que serán la compañía ideal para cada una de nuestras aventuras. Algunos de ellos permanecerán mucho tiempo, quizás toda una vida. Otros, simplemente cumplirán con un propósito que les hemos permitido en nuestro camino y, luego, su figura se irá disolviendo con el tiempo dejando solamente una estela de recuerdos.

Paradójicamente, a medida que nuestra existencia avanza, el hallazgo de nuevas personas disminuye. Es como si la relación entre el tiempo y la socialización se hiciera de repente inversamente proporcional. Cada vez confiamos menos en lo desconocido y encontramos nuestra seguridad aferrándonos a aquellos que siempre han estado ahí.

Conozca cómo termina el texto en www. mateotrujillog.com

domingo, 9 de agosto de 2020

La autenticidad

Quizás lleve años escribiendo en mi mente este texto y es probable que el resultado no sea justo ante mis reflexiones alrededor el punto -que considero- es el más importante dentro de la personalidad de un ser humano.

La autenticidad es un reflejo automático del valor de una persona consciente. Para serlo, hay que estar seguros de quiénes somos y reconocer nuestro sentido dentro de la vida. Para ser auténticos habría que repasar una señal holística dentro de la axiología y notar las bases y sustentos que dan pie y garantía a nuestro ser.

Hace falta perdernos, reconocernos y encontrarnos. En muchos casos vemos a personas con vidas aparentemente resueltas y sin mayor viso de problema sucumbir ante sus miedos más propios e íntimos. Ante esos solo hay desconfianza, a sabiendas que solo es en el caos cuando aprendemos a tomar las decisiones que marcan esencialmente la impronta de lo que somos.

Pero somos torpes. A veces queremos parecernos a otros para sentirnos aceptados… ¡Cómo si nosotros fuéramos esos otros! Es un error que se repite por el miedo mismo que nos significa no sabernos aceptados por quienes somos. Para calmar esas angustias mentales, decidimos sacrificar nuestro desarrollo propio y nos enquistamos deseos ajenos como personales. Y, cuando empezamos a vivir lo que no es nuestro, definitivamente le robamos tiempo a nuestra vida para forzarla a ser solo un garabato con el tiempo contado.

miércoles, 22 de julio de 2020

Parados en estiércol de vaca

Para Manuel Mejía Robledo y don Jaime Botero y su dulce familia.

Entre las grandes dicotomías que puede enfrentar un ser humano atormentado está el querer rendirse en algo que busca continuar. Son, ciertamente, dos caminos que no se unen en ningún punto y exigen de cada uno la necesidad de tomar una decisión y, lo más importante, vivir con ella.

Entrar a un espeso bosque y reducirse a la sabia paciencia de la naturaleza es adentrarse en todo universo que aparenta quietud, en el que se siente observado cada movimiento personal, por errático que este fuese y hay un pasaje claro de la entropía al orden natural. 
Vista aproximada hacia el suroriente desde lo colosal del bosque del cóndor de los Andes.
El campo abierto tiene su magia porque es seguir explorando la naturaleza desde el punto ignorante supino o rayano de cada no. Por cada instante de caminata en terrenos desconocidos, tengo suficiente tiempo para cuestionarme cómo labran caminos entre árboles, como encuentran el norte o el sur, y pueden proclamar siempre victoria en lo que hacen. Mi estúpida astucia citadina me critica por ser un incapaz ante todas estas gestas anónimas campestres.

La sabiduría que podemos derivar de observar lo heterogéneo del paisaje nos puede enseñar que es estulta nuestra necia necesidad humana de querer hacer todo homogéneo, todo igual, como si no hubiera impronta. Solo con parar y observar la multitud de las hojas y ver que ninguna es igual a otra, que conviven pequeñas y grandes, intensas y pálidas, vivas y caídas.

martes, 23 de junio de 2020

Dos grados Celsius (2°)

Con el tiempo he aprendido que lo que doy por aprendido lo debo desaprender o modificar. Siempre había entendido que las temperaturas máximas en Manizales llegaban, a lo sumo, a los 24° C, pero que una temperatura máxima promedio estaría por los 21° C y 22° C.

En casa guardo varios aparatos (con termómetros incluidos) para medir la vibración del calor atmosférico y despreciaba sus lecturas de la temperatura. Consideré que estaban mal, que estaban captando más calor del existente, quizás por radiación o porque estaban cerca de un punto que irradiaba calor.

Foto de @ElPlanetaManuel - Manizales ya se levanta con más cielos azules que neblinas clásicas
Hace algunos días llegué a la noción de entender –no es una conclusión– que las temperaturas en Manizales ya son más cálidas, por 1° C o 2° C, sobre todo, porque los movimientos de vientos nos han traído más humedad y estas montañas han cambiado la manera de recibir sus precipitaciones. Es un cambio que se vería inexplicable, porque en los municipios del vecindario incluso puede llover más. Por lo tanto, todo es cuestión de estudiarse.

Además, hay que anotar con suficiente tino, que Manizales es una capital fuera de serie en Colombia. Sus barrios, a diferente altitud, hacen que el panorama climático cambie. No se puede comparar a Chipre, con su bruma casi diaria, con lo que sucede en La Enea o los barrios del sur.

jueves, 11 de junio de 2020

Hechos de arcilla

Mi amiga Margaret cumple a rajatabla su función de amiga. Hace parte de las personas más sensatas y frenteras que conozco, algo que, a mí, con el tiempo, cada vez me cuesta más. Somos grandes amigos desde el 2014, cuando en el trabajo nos hicimos compañeros y luego enteramente amigos.

Creo que en correrías y friegas hemos pasado todas las horas del reloj y eso constituye que ella me entienda singularmente. Ella ha crecido conmigo, sobre todo, en la ponderación de la adultez. No podría decir que somos los mismos de antes… Ya tenemos una gran cantidad de millas acumuladas e historias innumerable por contar que suelen terminar en risas y carcajadas.

Lo mejor de las amistades, creería yo, es cuando podemos prescindir de los saludos y vamos directamente al grano, porque las conversaciones siempre permanecen abiertas. Hoy, luego de yo dar una reflexión en la radio sobre la salud mental y también mi estado en la materia, encontramos una semejanza que inspira la escritura de esta entrada.

¿Pero la arcilla no es más resistente blanda, porque si se pone dura y se cae, se quiebra?, me contestó ella tras repasar una situación personal que me inhibe de hacer algo que disfruto enormemente: la radio. Y volvimos a la esencia. Recordamos que somos de arcilla y que nuestros alfareros podemos ser nosotros mismos y, al mismo tiempo, quienes nos rodean como familiares y amigos.

viernes, 5 de junio de 2020

La potencia de los amigos


Quienes somos “vieja guardia” en Twitter [del 2010 hacia atrás] recordamos las innumerables veces que la plataforma se ‘caía’, dejándonos con pensamientos retenidos en la mente o esperando por la publicación del mensaje, que caía en un loop infinito.

Para la época, la otra opción era ir a Facebook, pero no sonaba tan agradable. En el mundial de fútbol del 2010, en cada gol de Alemania, Twitter se iba al suelo. Además, había criollos que escribían: “Toooor!”, en lugar de gol. Aún no es claro si esto pudo contribuir; los expertos lo dirán. Después de refrescar el ingreso a la página, aparecían unos pájaros rojos rescatando, con una red, a la pesada ballena, que podría reflejar el tráfico tuitero y el ruido de tantas voces gritando en simultánea.

Hace poco estuve dialogando con mi amiga médica, la brillante Natalia Medina Jiménez, sobre el post anterior titulado ‘Soy bipolar’, con el cual quise hacer una exposición de las exigencias químicas del trastorno y de que no se trata de una situación “voluntaria” o de ponerles “ganas a la vida”, como muchos la resumen y la reducen.

Luego, le comenté que, en cierta manera, la bipolaridad era como las ballenas. Si se trastorno es tipo II, y se es más proclive hacia la depresión, tenía aún más sentido. Las ballenas van bajo el agua, de repente suben, se dan un efímero baño de sol y se vuelven a hundir. Pero esto es solo una analogía.

martes, 2 de junio de 2020

Un empate valiente

Para comenzar este relato debo poner el vaso de agua tranquilamente sobre la mesa y buscar una razón del porqué a la confusión entre competencia y rivalidad. Hay quienes creen que toda competencia es una encarnada rivalidad, mientras que discurren que la competencia es una bronca moral o de ejercicio.
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A veces, esta vida de ganadores y perdedores, nos propone empates. Entonces, nos deja con las fiestas organizadas e infértiles mientras que las broncas y las excusas se apilan como los deseos de victoria. Pero no es así… Quedamos muchas veces en tablas y no sabemos, entonces, cuál es el camino. ¿Sumamos o restamos? Es la doctrina del blanco y del negro la que nos dice que empatar es algo… ¿reprochable?

Por ejemplo, en el fútbol americano, sobre todo en la NFL, no hay peor cosa que un empate. En las tablas de posiciones o registro, los empates se relegan a un tercer dígito. Un equipo puede tener 4-3-1: cuatro partidos ganados; tres perdidos y uno empatado. Son tan exiguas las ocasiones en las que eso sucede que los empates hacen sobresalir a los equipos por encima de su propia marca de partidos ganados. A veces los empates, las tablas, las igualdades, paradójicamente, nos hacen sobresalir. Incluso, los “comentaristas de fútbol” llaman a eso con un término amorfo y vulgar: “empatitis”.

La vida nos deja en tablas cuando buscamos algo, pero no nos lo otorga, pero tampoco, fehacientemente, nos lo niega. Entonces, quedamos buscando norte… ¿o sur? (¿Por qué siempre debe ser el norte?) Y ahí decimos ahora qué. Lo peor que se puede hacer en estos casos es interpretarlo como una demoledora derrota; aunque no es buena idea pretender que son victorias pírricas que nos pueden enceguecer.

viernes, 29 de mayo de 2020

Soy bipolar

“El clima de Manizales es muy bipolar”; dicen básicamente aquellos que confunden la lluvia y el sol. Claro, el estado del tiempo puede tener dos polos; pero no son esos… Bipolar fuera el estado del tiempo si pasáramos en un intervalo corto de tiempo de un calor abrasador a una gélida condición, incluso con tormenta de hielo a bordo.
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Pero, no es justo regresar a entrar en disputa por quién tiene el concepto más claro, ni quien lo vive más. Lo bipolar se acuña al Trastorno Afectivo Bipolar (que antes se denominaba “depresión maníaca” –me gusta más ese nombre–) como “una enfermedad mental que causa cambios extremos en el estado de ánimo que comprenden altos emocionales (manía o hipomanía) y bajos emocionales (depresión)”, según la Clínica Mayo, en Minnesota (EE.UU.)

El imaginario, creo, considera que eso puede suceder en cuestión de minutos y que, en general, sucede con extrema rapidez. Ahora bien: Los episodios de manía o depresión pueden durar semanas, agotando o engañando al cerebro.

No hago este escrito como un experto, sino como un paciente. No me avergüenza decirlo, aunque sí temo que algunas personas que estimo me malentiendan la patología “por inestable”, pues, para las personas que sufrimos de la mente lo que más nos duele es el rechazo y los comentarios y acciones incomprensivas.