Pasamos todo el tiempo con nosotros, pero, casi nunca, estamos con nosotros. Suena a cliché o a idea salida del tono, pero, a lo que voy, es que en muchas ocasiones perdemos la sintonía propia por buscar saber qué frecuencia tiene el mundo exterior.
Para podernos integrar perdemos parte de los nuestro, como
si fuera una licencia, para poder recibir de lo exógeno. En otros momentos,
lamentamos haber puesto tanta reticencia en aspectos fuera de nuestro control
que, finalmente, optan por robarnos paz y serenidad, dos de los insumos más
esenciales para vivir sin remordimientos reales y no pasajeros.
Para apartarse se necesita voluntad; a veces se adquiere porque es la única salida o porque la fatiga y saturación que nos causa la hiperconexión y el intercambio con otras personas nos rebosa lo que estamos dispuestos a dar y, asimismo, recibir.
También, es un despropósito que muchas personas tomen como una ofensa entender que alguien se quiere aislar de ellas; es algo así a personalizar el deseo ajeno de libertad. “Nadie puede ser libre si yo no lo permito”. Pero la vida es más que eso, hay que recordar que, entre las mayores mentiras existenciales, están los egos y todos cargamos con uno. ¿Cuánto nos permitimos engañarnos por él?
Hay muchas personas que temen pasar tiempo con ellas mismas.
La soledad les aterra y deben buscar un estímulo social que los saque de la
confrontación. Pero, este, como todos los miedos, debe enfrentarse, para
superar. La desconexión presencial y
virtual es fundamental para aprender a estar felices con nosotros mismos.
De la misma manera, ir a un viaje interior es una misión que
siempre funciona, que siempre paga. El problema es que muchas personas le ponen
poco combustible a la idea de explorar sus miedos, las motivaciones, los celos,
las pasiones y todo lo que se organiza en nuestra psiquis.
Estoy en un segundo viaje a mi interior que, en este
momento, no me gustaría que terminara. Decidí prescindir por unos días de mi comunicación
con amigos y de redes sociales. Comencé a hablar conmigo y encontrar recurrencia
en pensamientos insalubres, también afirmé que ponemos expectativas nuestras en
otros que no tienen justificación alguna.
Cuando estamos en nuestro viaje interior encontramos, una
vez lidiado todo el itinerario, la tranquilidad propia que hemos querido
cultivar. Por eso, es tan necesario revisar qué se tiene por cosecha y empezar
a apuntar a cambios que sean de pleno beneficio.
Entre las mejores cosas que tiene viajar adentro de sí está
en que no se necesita equipaje, tampoco hay términos o contrastes físicos que
nos impidan continuar. Es más, cuando se halla dentro de cada, vemos que hay
punto y lugares a los que no queremos volver.
Siempre tenemos que preguntarnos: ¿a quién voy a ver cuando
me encuentre conmigo mismo? ¿Seré yo o será otra persona creada por los demás y
para los demás?
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