El amor en el desierto

Del 16 al 25 de diciembre, cada día integraremos una parte más a este escrito. Desliza hacia abajo para conocer más.👇

-----------------------------

Sensaciones

Día 1

¿Cómo amaríamos si todos fuéramos ciegos? La pregunta nos la hacemos porque aprendemos a amar por los sentidos, pero no por nuestras sensibilidades. Hemos dedicado nuestra vida a querer, a exigir, a patentar nuestros gustos como determinantes de compatibilidades; no conciliamos, sino que desechamos lo que no nos gusta y podemos perder la cabeza por lo que sí.


El análisis de nuestra forma contemporánea de amarnos se resume en una categoría de política que convertimos en nuestro cortejo: Analizamos lo que nos gusta, despreciamos o negamos lo que nos puede resultar contraproducente y sumergimos nuestros inflados egos en mares de agua salada. 

Vamos al inicio de las cosas: ¿por qué vivimos en pareja? ¿Es una elección o es una tradición? ¿Necesitamos compañía o la elegimos? Ninguna de las respuestas es apropiada para ser binaria entre lo bueno o lo malo.

Nos hemos habituado a que, para amar, debemos hacer cierta venta de lo que somos, una especie de ‘pitch’ de nuestras luces para poder ocultar nuestras sombras.

Liberarnos de esta actitud preestablecida suena parecido a una quimera, con exigencias a siempre buscar agradar, así mostremos quienes no somos en realidad o esencia.

 

Día 2

Entonces, cuando estamos en la emoción del cortejo, ignoramos lo que debemos percibir y comenzamos una especie de ceguera selectiva en la que solo vemos y consumimos lo que nos conviene; dejamos pasar elementos que sabemos que a la postre pueden determinar nuestra actitud hacia la otra persona cuando el desencanto se funda entre el esplín de la realidad.

Fundamentamos nuestra acción en un progreso seguro; en buscar ser creativos e ingeniosos; en buscar la sorpresa y el descreste. Sin embargo, es la estrategia, mas no las tácticas las que fallan en este caso. Es el enfoque lo que falla en este caso, más que el marco. 


La autenticidad, nuestro mejor vehículo para llegar a alguien, es rezagada por pensamientos alterados de la realidad, con el fin de manipular el libreto de quienes somos y procurar el montaje de un drama que terminaremos cargando y que en últimas puede terminar por gobernar nuestra vida y ser la clave para nuestros fracasos. 

Jorge Luis Borges dijo que “uno puede dar lo que no tiene. Por ejemplo, una persona puede dar la felicidad y no ser feliz; puede dar miedo y no estar aterrada. Puede dar sabiduría y no tenerla. Todo es tan misterioso en el mundo…” Sobre esto, no cabe duda que podemos ser la luz de alguien mientras nos apagamos por dentro y, cuando buscamos luz, nos encontramos sin poder reconocer qué es el brillo y qué es nuestro reflejo.

Cada quien decide lo que quiere mostrar, pero es imposible ocultar cómo se prefiere vivir. Está ante los corazones de todos.

La perfección

Día 3

Existe una rara, pero bienvenida obsesión por la perfección. Queremos ser perfectos y ahora tenemos los medios para mostrar que supuestamente lo somos. Pero, ante la perfección solo cabe la desconfianza. Solo el portador sabe de qué barro se ha esculpido su figura.

Ahora, en la tiranía del prototipo hay quienes pierden la cabeza por cambiar su apariencia; dejan de ser ellos mismos, se rechazan, se menosprecian porque quieren ser alguien más para que otra persona se contente con quien ellos realmente son. Suena a un imposible categórico, pero a eso juega gran parte de nuestra sociedad.

El amor, desde luego, no es perfecto. Tampoco es una colcha de rosas, sino, que, en realidad, tiene espinas en el camino, aquellas que confrontan nuestros egos y nos fuerzan a negociar lo que queremos versus lo que necesitamos. 


¿Cuánto combustible tenemos para sostener la imagen perfecta que queremos mostrar? 

Efectivamente, no se trata de un sacrificio, sino, casi en una psicosis. La idea de perfección comienza a pesarnos por cada vez que pretendemos que todo está en una completa armonía, que la entropía es ausente y no conocemos caos. Entonces, no habrá perfección, sino principios de tedio aburrimiento, pues las personas que tienen todo perfectamente arreglado carecen de intereses fortuitos. En ellos, quizá, sí gobierne el destino y lo prediseñado; son invariables e imposibles de impactar. 

Allí, ¿para qué el amor si no se puede dejar huella?  

Día 4

Ante unos ojos amorosos no somos lo que mostramos, sino lo que somos. El amor no se deja gobernar; siempre es gobernante. Cuando alguna otra emoción entra por la puerta para suplantarlo, él sale por la ventana. Por ello, no conocemos amor interesado, o amor condicionado o circunstancial. El amor es un todo que es incompatible con la perfección. El amor es imperfecto porque busca comprender, anula los defectos, reduce las virtudes y canaliza todo en un camino de compresión y empatía.

La perfección no permite errores, no da lugar a la compresión, no sabe de empatía.

Preguntémonos: ¿Para qué dar a alguien que no necesita o no quiere recibir? Recordemos que en la perfección nada hace falta y todo sobra. 


La respuesta no está preestablecida, pero sí obedece a la forma en la que vemos la vida. Aquí descubrimos conscientemente cómo hemos querido vivir: si queremos forzar las cosas a suceder según nuestro criterio o si preferimos ser administradores de nuestros episodios de gracia y desventura.

Si pensamos en revanchas o en venganzas, por seguridad, podemos establecer de que no se trató de amor. No se puede destruir ferozmente lo que otrora amamos. El ardor que deja perder el hábito de compartir con otra persona no puede ser vehículo de destrucción. Así, ajustamos, pues, para la perfecta torpeza.

Aprender a darnos

Día 5

Estamos programados para dar algo y esperar, a cambio, una intención o una compensación. Con esa teoría de doble flujo hemos crecido desde niños: nuestro buen comportamiento, ceñido a las normas enteramente, se ve ‘indemnizado’ o ‘reparado’ por elementos que satisfacen el deseo.

Con el paso de los años, estas situaciones pasan al terreno emocional y afectivo. Es común conocer personas que dicen “te quiero” o “te amo”, esperando una señal recíproca de la contraparte. Una señal de respuesta no convencional puede dar pie a inseguridades y nuevas disputas. Así está programado nuestro cerebro social: para recibir siempre después de dar.

También, los favores se convierten en un tráfico de influencias. “A las personas que amo las ayudo, a sabiendas que, si yo necesito algo de ellas, eventualmente, ellas me ayudarán a mí”.

Digdeep.org

Aprender a amar sin contraflujos es difícil, en principio, porque muchas personas consideran que debe haber un lazo afectivo entre las partes para poder considerar el amor. Esto, en parte, es una realidad. El problema recae cuando uno de los intervinientes –o ambos– se enamoran de la imagen que tienen del otro, pura y pulpa de su ser, y no de la otra persona.

Esto tiene un efecto dominó que puede terminar por ahorrar muchas relaciones. Entre las situaciones que esto puede acarrear está la disminución de la empatía, los celos por no “entender” la vida de la otra persona y acabar por cimentar nuevos pozos de inseguridades que socavarán todas las relaciones en las cuales un enamorado de yeso se vea inmerso.

Día 6

El ‘principio’ de dejar ser es imperante para poder amar. A varios amigos les dije hace años que primero se aman los ‘defectos’ que las ‘virtudes’ de la otra persona. Cuando esto sucede, estamos reconociendo el lado humano y real de quien amamos, en lugar de purgar sus rasgos y características de acuerdo a nuestra infalible opinión cimentada en las inseguridades de otrora.

¿Pero cómo aprendemos a dar sin tantas desconfianzas? Parte de entender que nunca nos desgastamos dando lo que somos. Quienes creen que solo se puede compartir lo material sufren constantes desengaños pretendiendo que sus posesiones físicas se mantengan firmes como instrumento de cortejo. Quienes dan de lo que son pueden hacerlo una y mil veces, pues ser comprensivos, amables, solidarios o abiertos nunca tendrá noción de fin; solo se trata de entender y comprender que cuando damos algo, no entregamos un bien, sino que conectamos a alguien con quienes somos.

Por eso el amor no tiene precio económico, no cuesta una fortuna.


El amor auténtico no empalaga con detalles para los ojos, sino que se muestra atractivo otorgando hormas a piezas que habían aprendido a dibujarse solas. En muchas ocasiones, cuando creemos estar dando con materia, estamos sustrayendo la esperanza del crecimiento, pues estos gestos, inocentes y genuinos -o no-, sirven como un analgésico espacial para retardar situaciones que piden arreglos previos.

Bien queda recordar que la belleza más grande no recae en los objetos, sino en la de los actos, como lo ha dicho varias veces Jodorowsky. Nada puede subestimar la autenticidad de un hecho y, si lo hace, mentiría y caería por días sin términos en el ciclo vivo de la desconfianza y el capricho emocional.

La conquista

Día 7

Existe una noción curiosa y divertida en la forma en la que buscamos establecer una relación amorosa con otra persona. Pensamos en que se le puede conquistar, como si se tratara de un terreno en disputa, un mundo inexplorado o una declaración de poder y posesión.

Ante los conquistadores solo guardo desconfianza y, ante los conquistados, reservas.

¿Por qué la desconfianza ante los conquistadores? Su modus operandi es la primera razón para sospechar de una faceta; no se permite que se les reconozca más allá de la apariencia de una supuesta generosidad. Repiten sus entregas hasta que reducen el sigilo de quienes buscan tener.

¿Por qué las reservas ante los conquistados? Dejaron que alguien marcara el punto de su emoción sin siquiera conocer un poco más. No es una condena por las complacencias del ego a raíz de tener algo de otra persona; se trata de la incapacidad para ver más allá de esos elementos y entender que la verdadera intención no se mide desde los ojos, sino desde el alma. 


Hemos aprendido que los “detalles”, como las flores, los chocolates y otros elementos de ‘melosería’ son un vehículo de entrada la otra persona, cuando, en verdad, son simples caballos de Troya. Todas estas expresiones se deshojan y se marchitan, pueden causar ilusión para, luego, llegar a la consecuente decepción. Marcarán una tendencia que se desvanecerá para luego causar la pregunta: ¿por qué ya no es así?

Siempre he creído que la mejor forma de aproximarse a alguien es con ingenio y autenticidad. No debemos renunciar a quienes somos para pagar o financiar con futuros a la baja lo que queremos ser.

Día 8

Las risas, la creatividad, el encanto, el humor y la posibilidad de cambiar el ‘mood’ de alguien con solamente una pizca de lenguaje y arrojo nos pueden llevar a mejores caminos. No con esto quiero decir que seamos unos encantadores de serpientes queriendo seducir con nuestro hablar y escribir, sino ser conscientes que los clichés en lugar de acercarnos terminarán por apartarnos de la meta, que es conseguir construir una verdadera relación con alguien.

Mantener una prudencia y saber que para iniciar una relación es mejor tener bases sólidas que un intenso intercambio emocional que derive en un fuerte sacudón es siempre menester.

Vuelvo al principio de este texto: ¿cómo amaríamos si fuésemos ciegos? ¿cómo lo haríamos si no pudiésemos apreciar las palabras, los mensajes tiernos y demás? ¿cómo empezaríamos a oler las flores o los chocolates? ¿qué intensidad le daríamos al tacto?

Parte de todo esto es no intentar impresionar ni dejarse impresionar. Con razón dicen por ahí: “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces”. 


Pero, hay que recordar que somos expresión de lo que somos, no impresión de lo que creemos, por lo que estaremos muy probablemente errados en nuestra concepción de cómo nos ven y, tratar de enajenarnos para controlar lo imposible se puede convertir en el más necio de nuestro actos y, a pesar de esto, se convierte en un espectáculo ordinario en nuestras redes y contactos sociales.

No logramos nada demostrando públicamente de lo que presuntamente somos capaces, sino que, aún, seremos juzgados por la incapacidad de resolver los líos que egoístas e ilusos creamos. El lío es que nos creemos siempre aventajados de estas circunstancias; esa es la conquista que nos retiene, la batalla que nos mantiene.

El sentido

Día 9

Amar el amor; amar el proceso amoroso, sentirnos vivos y afortunados mientras amamos. Cuando encontramos en el momento real la fórmula del amor, en lugar de complejos cálculos futuristas y circunstanciales, encontramos la vida que impetra el amor en nuestro existir, ese sentido que se hace fuerza, que se hace voluntad…

Pero, ¿por qué colapsamos tanto en el proceso de amar?

Justamente, porque el ego nos embriaga y retoma insaciables necesidades. El ego nos vende realidad que nosotros fácilmente compramos; nos disuade de no estar en otro lugar que no sea el centro, nos permite hacer exigencias bajo supuestos lugares de méritos o merecimientos y nos da a entender que lo que nosotros vemos y creemos es la verdad. De todo eso, nada puede ser la realidad y, entonces, caer en la trampa de la alienación se hace más que una tentación; se convierte en una falsa necesidad.

¿Qué hacemos cuando encontramos nuestro amor en el desierto?

Cuando nos hallamos en ese punto, no descubrimos el amor que sentimos hacia otra persona, sino que, mejor, nos confrontamos duramente con nosotros mismos, con los reales, con la cara que ocultó el ego y que ahora nos propone todo el peso y sentido de la existencia. 


En el desierto también podemos encontrar oasis, falsos o reales. Pero, lo importante, es tener la posibilidad de forjar un sumario que nos recuerde que somos manantial de todo aquello que nadie nos puede quitar y que siempre podremos ofrecer con gusto y confidencia.

En muchas ocasiones, mientras estamos en el desierto, falsamente sedientos, caemos en la falsa idea de tener necesidades por satisfacer, cuando en realidad no es un punto imperante en la realidad. Caemos en la ansiedad de la inseguridad, en el estrés de la incertidumbre y en la depresión de la frustración. Cuando eso ocurre solo queda vivir fuerte y resistir la tormenta.

Siempre cesará y nos purificará para hallarnos a nosotros mismos de una manera auténtica, pues la autenticidad y lo verdadero es muchas veces secuaz de falsas ideas de alegría y felicidad. Dicho sea esto, especificar que la felicidad no está en las otras personas, sino en la forma en la que nosotros proponemos sentirnos dichosos de contar con los demás en nuestra vida, mejor que en radicar en ellos y su comportamiento autónomo nuestros altos y bajos emocionales.

Cuando estamos en el desierto nos amamos; en las maduras como en las verdes. Sabemos que existe un amor inalienable por nosotros mismos, que nos mantiene y nos conserva.

Para llegar al punto se hace necesario saber que no estamos para creer el amor, sino para entenderlo. Esa comprensión solo llega combinando el sentimiento y la razón.

Syllabus

Día 10

Probablemente hallaremos el amor al no convencernos con los ojos, sino con los sentimientos; cuando encontremos que el amor que damos también debe ser el puente para recibir el que buscamos. Entenderemos que no se trata de parecer, sino de ser. No será la atracción física la que conduzca, sino que, mejor, medie un irrefrenable interés por querer saber más de otro manantial de sentimientos. Reconoceremos nuestra grandeza cuando el agradecimiento no sea un motivo, sino una renovación. Entenderemos que los sacrificios por mantener lo disfuncional es una forma única de autosaboteo que nos puede llevar a permutar por nada lo más grande que tenemos para ofrecer algo parecido al amor: nuestra paz. Sabremos que nosotros mismos nos hemos reducido a necesitar lo que no merecemos y a ignorar lo que sabemos es de nuestro mérito. Libraremos batallas por cambiar las formas en las que creemos por unas en las que nos sentimos mejor al entender, así por momentos haya dolores que sanarán. Será este nuestro principio para edificar amor propio para poder compartir sin problemas ni desengaños a los demás. Otras justificaciones, pretexto o excusas solo nos llevarán a lo sintético y finito y permaneceremos en el desierto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario