Existe una asociación general por muchas personas de vincular las palabras patético con ridículo. Y, aunque, entre líneas puede haber una asociación, el diccionario, realmente, explica que un patético es aquel que “conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza”. Así que, de ridiculez, queda poco.
Etimológicamente, el término patético viene del griego pathos
que significa emoción, sentimiento o, también, enfermedad. Asimismo, se les define
a los patéticos como algo o alguien
que conmueve o impresiona mucho. Quedémonos con esta acepción para desarrollar esta lectura.
Así, entonces, hemos cubierto bajo un manto de vergüenza ser
patéticos. Algunos le llaman ser ridículos, otros prefieren denominarlo
vagamente “hacer el oso”, y, entre tanto, se define como dar pena. Pero, este
significante, no corresponde a quien lo siente, sino a quien lo percibe.
El afecto y el cariño están fundados en patetismo. Sin
embargo, en algún momento de nuestra vida, resolvemos erróneamente ahorrarnos
expresiones patéticas porque, supuestamente, nos hacen vulnerables. Y, es que,
como humanos, hemos desarrollado un pánico idiota ante la vulnerabilidad, como
si esto significara ser inferiores, insignificantes o inútiles. Así, hemos
crecido con un montón de ideas que solamente nos filtran de ser quienes somos
en realidad.