jueves, 11 de junio de 2020

Hechos de arcilla

Mi amiga Margaret cumple a rajatabla su función de amiga. Hace parte de las personas más sensatas y frenteras que conozco, algo que, a mí, con el tiempo, cada vez me cuesta más. Somos grandes amigos desde el 2014, cuando en el trabajo nos hicimos compañeros y luego enteramente amigos.

Creo que en correrías y friegas hemos pasado todas las horas del reloj y eso constituye que ella me entienda singularmente. Ella ha crecido conmigo, sobre todo, en la ponderación de la adultez. No podría decir que somos los mismos de antes… Ya tenemos una gran cantidad de millas acumuladas e historias innumerable por contar que suelen terminar en risas y carcajadas.

Lo mejor de las amistades, creería yo, es cuando podemos prescindir de los saludos y vamos directamente al grano, porque las conversaciones siempre permanecen abiertas. Hoy, luego de yo dar una reflexión en la radio sobre la salud mental y también mi estado en la materia, encontramos una semejanza que inspira la escritura de esta entrada.

¿Pero la arcilla no es más resistente blanda, porque si se pone dura y se cae, se quiebra?, me contestó ella tras repasar una situación personal que me inhibe de hacer algo que disfruto enormemente: la radio. Y volvimos a la esencia. Recordamos que somos de arcilla y que nuestros alfareros podemos ser nosotros mismos y, al mismo tiempo, quienes nos rodean como familiares y amigos.

viernes, 5 de junio de 2020

La potencia de los amigos


Quienes somos “vieja guardia” en Twitter [del 2010 hacia atrás] recordamos las innumerables veces que la plataforma se ‘caía’, dejándonos con pensamientos retenidos en la mente o esperando por la publicación del mensaje, que caía en un loop infinito.

Para la época, la otra opción era ir a Facebook, pero no sonaba tan agradable. En el mundial de fútbol del 2010, en cada gol de Alemania, Twitter se iba al suelo. Además, había criollos que escribían: “Toooor!”, en lugar de gol. Aún no es claro si esto pudo contribuir; los expertos lo dirán. Después de refrescar el ingreso a la página, aparecían unos pájaros rojos rescatando, con una red, a la pesada ballena, que podría reflejar el tráfico tuitero y el ruido de tantas voces gritando en simultánea.

Hace poco estuve dialogando con mi amiga médica, la brillante Natalia Medina Jiménez, sobre el post anterior titulado ‘Soy bipolar’, con el cual quise hacer una exposición de las exigencias químicas del trastorno y de que no se trata de una situación “voluntaria” o de ponerles “ganas a la vida”, como muchos la resumen y la reducen.

Luego, le comenté que, en cierta manera, la bipolaridad era como las ballenas. Si se trastorno es tipo II, y se es más proclive hacia la depresión, tenía aún más sentido. Las ballenas van bajo el agua, de repente suben, se dan un efímero baño de sol y se vuelven a hundir. Pero esto es solo una analogía.

martes, 2 de junio de 2020

Un empate valiente

Para comenzar este relato debo poner el vaso de agua tranquilamente sobre la mesa y buscar una razón del porqué a la confusión entre competencia y rivalidad. Hay quienes creen que toda competencia es una encarnada rivalidad, mientras que discurren que la competencia es una bronca moral o de ejercicio.
www.netclipart.com

A veces, esta vida de ganadores y perdedores, nos propone empates. Entonces, nos deja con las fiestas organizadas e infértiles mientras que las broncas y las excusas se apilan como los deseos de victoria. Pero no es así… Quedamos muchas veces en tablas y no sabemos, entonces, cuál es el camino. ¿Sumamos o restamos? Es la doctrina del blanco y del negro la que nos dice que empatar es algo… ¿reprochable?

Por ejemplo, en el fútbol americano, sobre todo en la NFL, no hay peor cosa que un empate. En las tablas de posiciones o registro, los empates se relegan a un tercer dígito. Un equipo puede tener 4-3-1: cuatro partidos ganados; tres perdidos y uno empatado. Son tan exiguas las ocasiones en las que eso sucede que los empates hacen sobresalir a los equipos por encima de su propia marca de partidos ganados. A veces los empates, las tablas, las igualdades, paradójicamente, nos hacen sobresalir. Incluso, los “comentaristas de fútbol” llaman a eso con un término amorfo y vulgar: “empatitis”.

La vida nos deja en tablas cuando buscamos algo, pero no nos lo otorga, pero tampoco, fehacientemente, nos lo niega. Entonces, quedamos buscando norte… ¿o sur? (¿Por qué siempre debe ser el norte?) Y ahí decimos ahora qué. Lo peor que se puede hacer en estos casos es interpretarlo como una demoledora derrota; aunque no es buena idea pretender que son victorias pírricas que nos pueden enceguecer.

viernes, 29 de mayo de 2020

Soy bipolar

“El clima de Manizales es muy bipolar”; dicen básicamente aquellos que confunden la lluvia y el sol. Claro, el estado del tiempo puede tener dos polos; pero no son esos… Bipolar fuera el estado del tiempo si pasáramos en un intervalo corto de tiempo de un calor abrasador a una gélida condición, incluso con tormenta de hielo a bordo.
www.kcl.ac.uk

Pero, no es justo regresar a entrar en disputa por quién tiene el concepto más claro, ni quien lo vive más. Lo bipolar se acuña al Trastorno Afectivo Bipolar (que antes se denominaba “depresión maníaca” –me gusta más ese nombre–) como “una enfermedad mental que causa cambios extremos en el estado de ánimo que comprenden altos emocionales (manía o hipomanía) y bajos emocionales (depresión)”, según la Clínica Mayo, en Minnesota (EE.UU.)

El imaginario, creo, considera que eso puede suceder en cuestión de minutos y que, en general, sucede con extrema rapidez. Ahora bien: Los episodios de manía o depresión pueden durar semanas, agotando o engañando al cerebro.

No hago este escrito como un experto, sino como un paciente. No me avergüenza decirlo, aunque sí temo que algunas personas que estimo me malentiendan la patología “por inestable”, pues, para las personas que sufrimos de la mente lo que más nos duele es el rechazo y los comentarios y acciones incomprensivas.

domingo, 17 de mayo de 2020

Equivocadamente convencidos


Confieso que cuando comencé a escribir esta entrada, el procesador de texto tuvo un inexplicable infarto y borró todo lo que ya había escrito. Así que trataré de honrar la memoria de la inspiración y recalcar el punto.

Nunca corremos tanto riesgo de estar equivocados como cuando tenemos certeza plena –y hasta ciega- de conocer lo correcto. Bajo la testarudez de haber aprendido, reconocemos que no nos va fácil en desaprender. A veces hasta nos parece una bajeza tener que desprendernos de aquello que nos acompañó toda la vida y ya no lo puede hacer por invalidez.

En ocasiones, desarrollamos una entretela por la duda causada por la conciencia y la fría certeza venida por la razón (o el ego). Asumimos que las cosas son así porque así las entendemos. Es decir, nuestro mundo interior se reduce para poderse hacer digestión cada que se quiere y después decimos que hay cosas que no salen de nuestra cabeza.

Un ejemplo claro de nuestros días pueden ser los padres de familia de un hijo homosexual. Por años, los padres quieren que el hijo les dé nietos, mientras que el hijo quiere ser quien es. Cuando llega el momento del hijo de aclarar quién es, entonces, los padres pueden: