Oírlo maullar día y noche se convirtió, entonces, en nuestra pasión, en un nuevo modo de vida. Creo nunca en mi vida había estado tan cerca de una labor de padre, o madre, o a lo que diera lugar todo esto. Tampoco había estado tan cerca de un animal; todo era sui generis para mí. Hace algunos años, en mi época más insensible, juré nunca tener cuidado por un animal, pero los 28 años y la vida me presentaron otro presente mucho más amable y cálido.
Su nombre siempre fue un misterio. Pensé mil nombres, pero terminé llamándolo Celsius. Se convirtió en mi amigo y mi confidente. Dormía en mi cama y, como era normal, quise hacer una prueba. Le reproduje largos videos de música para dormir gatos y acerté. Luego, se pasaba a mi silla de trabajo y dormía sobre mi regazo. Incluso, lograba meterse entre mi camiseta en búsqueda de calor.