viernes, 16 de abril de 2021

La cura del abrazo

Por ocasiones siento que la pandemia no me ha pasado factura, aunque me ha hecho cobros diferidos y de contado que me logran mover todas mis estructuras personales. Debo, también, confesar que soy un individuo dependiente del cariño y del tacto, por ende, la falta de saludar o despedir de mano y abrazar ha sido de los mayores atropellos que ejecuta la pandemia. Iluso sería decir que no espero que me devuelva un poco de lo que me ha quitado o de lo que me ha privado.

Los abrazos tienen algo muy especial. Nunca dos corazones que se quieren están tan cerca, como cuando se abrazan. Los divide la piel y la carne, pero se oyen; se escuchan, están en sintonía. Quizás sus latidos se acompasen al estar frente a frente, de pronto combinan las fuerzas de sus afectos y se funden en esa sensación que arropa y que, a la vez, libera.

Creo firmemente que abrazar tiene un poder curativo. Primero, porque quienes están dispuestos a abrazar logran cubrir las necesidades afectivas del otro protegiendo con sus brazos y su cuerpo, mientras que los abrazados encontramos el más profundo refugio allí. Es la intimidad de la confianza, eso que nos hace mover nuestros intereses por vivir en comunidad, por querer y por amar.

A veces dejamos los abrazos para fechas especiales o para las penurias, cuando debemos buscarlos como un ruego para la tregua emocional. Por tal, considero que la pandemia nos persuade para abrazar más, al encuentro, a la despedida, en el momento alegre y en el melancólico. Es una oportunidad.

domingo, 7 de marzo de 2021

Encontrarse con uno mismo

Pasamos todo el tiempo con nosotros, pero, casi nunca, estamos con nosotros. Suena a cliché o a idea salida del tono, pero, a lo que voy, es que en muchas ocasiones perdemos la sintonía propia por buscar saber qué frecuencia tiene el mundo exterior.

Para podernos integrar perdemos parte de los nuestro, como si fuera una licencia, para poder recibir de lo exógeno. En otros momentos, lamentamos haber puesto tanta reticencia en aspectos fuera de nuestro control que, finalmente, optan por robarnos paz y serenidad, dos de los insumos más esenciales para vivir sin remordimientos reales y no pasajeros.

Para apartarse se necesita voluntad; a veces se adquiere porque es la única salida o porque la fatiga y saturación que nos causa la hiperconexión y el intercambio con otras personas nos rebosa lo que estamos dispuestos a dar y, asimismo, recibir.

También, es un despropósito que muchas personas tomen como una ofensa entender que alguien se quiere aislar de ellas; es algo así a personalizar el deseo ajeno de libertad. “Nadie puede ser libre si yo no lo permito”. Pero la vida es más que eso, hay que recordar que, entre las mayores mentiras existenciales, están los egos y todos cargamos con uno. ¿Cuánto nos permitimos engañarnos por él?

martes, 2 de febrero de 2021

El patetismo (ser cursi)

Existe una asociación general por muchas personas de vincular las palabras patético con ridículo. Y, aunque, entre líneas puede haber una asociación, el diccionario, realmente, explica que un patético es aquel que “conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza”. Así que, de ridiculez, queda poco.

Etimológicamente, el término patético viene del griego pathos que significa emoción, sentimiento o, también, enfermedad. Asimismo, se les define a los patéticos como algo o alguien que conmueve o impresiona mucho. Quedémonos con esta acepción para desarrollar esta lectura.

Así, entonces, hemos cubierto bajo un manto de vergüenza ser patéticos. Algunos le llaman ser ridículos, otros prefieren denominarlo vagamente “hacer el oso”, y, entre tanto, se define como dar pena. Pero, este significante, no corresponde a quien lo siente, sino a quien lo percibe.

El afecto y el cariño están fundados en patetismo. Sin embargo, en algún momento de nuestra vida, resolvemos erróneamente ahorrarnos expresiones patéticas porque, supuestamente, nos hacen vulnerables. Y, es que, como humanos, hemos desarrollado un pánico idiota ante la vulnerabilidad, como si esto significara ser inferiores, insignificantes o inútiles. Así, hemos crecido con un montón de ideas que solamente nos filtran de ser quienes somos en realidad.

viernes, 8 de enero de 2021

Simple. Viajar, simplemente.

Confieso que soy un mal viajero. Quizás mi espíritu capricorniano me llena de inseguridades y falsas preocupaciones y, por eso, intento llevar mi mundo en una maleta llena de suposiciones: “esto por si hace mucho calor, o esto, por si hace menos”.

En esa retórica he crecido. Soy un hombre de viajes muy medidos porque me complico demasiado en y con todo. Justamente, mi más reciente viaje a Cartagena me lo dijo explícitamente: Aprende a ser más sencillo; más simple. Me permití una licencia de mis inseguridades y quise que todo fluyera, sin preocuparme por caminos, presupuestos y un montón de supuestos.

Muchas personas atinan a decir que lo mejor que guardan muchos planes es su componente de sorpresa o improvisación. Este fue así. En dos días se resolvió, sin meditaciones o cuidadosos análisis; dejándose llevar. Cartagena la he visitado varias veces en misión académica, pero ya eran más de 12 años en los que no saludaba esa ciudad únicamente en las sandalias del turista. 

martes, 15 de diciembre de 2020

Mateo sobre 'El amor en el desierto'

Por Mateo Trujillo G.

El amor en el desierto es un viaje por los dulces y amargos del querer. Retrata magistralmente el moderno mercado de egos en el que se ha confundido con mercancía al más puro de los sentimientos. Nos señala cómo hemos permitido que el cortejo supere al romance y que las sensaciones momentáneas se roben los verdaderos deseos del corazón; cómo llegamos incluso a olvidar nuestra esencia por acomodarnos al flirteo de turno, perdiendo la autenticidad.

Es como leer la crónica de una muerte anunciada, donde se esboza el engaño en busca de un ideal de perfección que nos ha cegado a través de los medios que lo comunican, lanzándonos de cabeza al egoísmo. 

Eva-Maria Nüßmeyer - EyeEm - Getty Images

Nos acostumbramos a esperar demasiado e incluso a exigirlo, sin haber entregado nada, pero además reclamamos nuestra contraprestación cuando amar es dar sin condición.

El autor nos lleva por las arenosas y desoladas dunas del amor superfluo, para luego recibirnos en un oasis de esperanza. Allí mismo nos muestra cómo la brújula para orientar nuestro camino y dejar de vagar en desaires radica solamente en nosotros, bien al interior. Escucharnos, conocernos, saber lo que queremos y brindarnos tal como somos, resultan, al final, ser las herramientas de salvación para el viajero errante. Quien encuentra sosiego en los ojos amantes que lo ven desde el corazón y le entregan sin medida su inagotable esencia.

Sentido, contundente y práctico, este texto nos anima a desaprender el amor, para volver a amar.

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