martes, 15 de diciembre de 2020

Mateo sobre 'El amor en el desierto'

Por Mateo Trujillo G.

El amor en el desierto es un viaje por los dulces y amargos del querer. Retrata magistralmente el moderno mercado de egos en el que se ha confundido con mercancía al más puro de los sentimientos. Nos señala cómo hemos permitido que el cortejo supere al romance y que las sensaciones momentáneas se roben los verdaderos deseos del corazón; cómo llegamos incluso a olvidar nuestra esencia por acomodarnos al flirteo de turno, perdiendo la autenticidad.

Es como leer la crónica de una muerte anunciada, donde se esboza el engaño en busca de un ideal de perfección que nos ha cegado a través de los medios que lo comunican, lanzándonos de cabeza al egoísmo. 

Eva-Maria Nüßmeyer - EyeEm - Getty Images

Nos acostumbramos a esperar demasiado e incluso a exigirlo, sin haber entregado nada, pero además reclamamos nuestra contraprestación cuando amar es dar sin condición.

El autor nos lleva por las arenosas y desoladas dunas del amor superfluo, para luego recibirnos en un oasis de esperanza. Allí mismo nos muestra cómo la brújula para orientar nuestro camino y dejar de vagar en desaires radica solamente en nosotros, bien al interior. Escucharnos, conocernos, saber lo que queremos y brindarnos tal como somos, resultan, al final, ser las herramientas de salvación para el viajero errante. Quien encuentra sosiego en los ojos amantes que lo ven desde el corazón y le entregan sin medida su inagotable esencia.

Sentido, contundente y práctico, este texto nos anima a desaprender el amor, para volver a amar.

Lea 'El amor en el desierto' haciendo clic aquí

lunes, 9 de noviembre de 2020

Los malos días

Son prescindibles los malos ratos, pero no los malos días. Quienes creen en la fortuna y, quienes no, se aprestan a recibir con la misma expectativa tanto los buenos, como los malos. Vienen empacados por igual, sin exceptuar que la recepción de los eventos es lo que los tiñe de calificativos.

En los buenos días todo fluye. En los malos; también. Fluyen problemas y adversidades. Decepciones y sensaciones de despropósito. Los malos días, curiosamente, son los que les dan sabor a los buenos, porque no podrían existir sin el otro; como una relación de codependencia que nos tiene a todos inmersos.

En los malos días tenemos determinación y coraje, pero no prudencia. En los buenos, una sensación de armonía que también termina, hasta en algún momento colindar con un mal día. Hay días de días, hay que decirlo. Este ha sido un gran mal día, pero, teóricamente, el inicio de los buenos días, también. Claro está; hay que gestionar soluciones y darles prisa a despedidas que no perdonan más esperas. Este fue un tirano y lo ordenó sin otro remedio que acusarle razón.

Eso sí, no se pueden, estimado lector, llevar los malos días a los buenos. Los malos días son breves; no duran más de 24 horas; nosotros les podemos dar continuidad y cuando eso pasa, erradicamos los buenos días que tanto mentamos en las mañanas. El mal día se siente pesado; solo hay que dejarlo caer y no sostenerlo en el aire. Es eso, justamente, lo que busca de nosotros.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Se me acabó el amor

Hoy volví a entrevistar a la artista y cantante Maía gracias a Pedro Serna y el equipo de ‘El Club del Oyente’, programa en el cual participo todas las mañanas en la emisora que produzco. Y fue un momento de absoluta revelación y sintonía.

En las ocasiones anteriores de dialogar con la artista, nunca había caído en el sentimiento de preguntar por una canción de principio de siglo denominada ‘Se me acabó el amor’. La conocí, por coincidencia, hace algunos meses, cuando comprendí que ese manantial enorme de energías existenciales, como el amor, sí se puede dosificar o, por defecto, detener.

 “Quería hacer música romántica… Momentos de introspección y reflexión, pero también de bulla y alegría. Lo más importante en este tipo de canciones creo que es nuestro sello, es la manera de conectarnos con esta canción y poner nuestra voz al servicio de una canción, no la canción al servicio de una voz”, me ripostó la cantante cuando le pregunté sobre la esencia y la fuerza que tiene esta pieza para voltearnos patas arriba en cuanto a emociones se refiere.


Escuche la entrevista en este audio

sábado, 15 de agosto de 2020

Personas inesperadas


Es una costumbre generalizada de nuestro actuar humano , asumir que el círculo social más íntimo constituye el mundo en su esplendor. Solemos envolvernos de tal modo en nuestras relaciones que nos enfrascamos en dimensiones en las que solo hay espacio para lo conocido. Permanecemos ciegos al hecho que, fuera de esa burbuja imaginaria, hay verdaderos tesoros en forma de personas, experiencias y situaciones, esperando por ser descubiertos. Tesoros que se revelan de la manera más fortuita, pero justo cuando más lo necesitamos.

Somos seres sociales por naturaleza, no nos gusta caminar solos, por ese motivo desde muy temprana edad conformamos nuestra propia manada. Conectamos con personas que serán la compañía ideal para cada una de nuestras aventuras. Algunos de ellos permanecerán mucho tiempo, quizás toda una vida. Otros, simplemente cumplirán con un propósito que les hemos permitido en nuestro camino y, luego, su figura se irá disolviendo con el tiempo dejando solamente una estela de recuerdos.

Paradójicamente, a medida que nuestra existencia avanza, el hallazgo de nuevas personas disminuye. Es como si la relación entre el tiempo y la socialización se hiciera de repente inversamente proporcional. Cada vez confiamos menos en lo desconocido y encontramos nuestra seguridad aferrándonos a aquellos que siempre han estado ahí.

Conozca cómo termina el texto en www. mateotrujillog.com

domingo, 9 de agosto de 2020

La autenticidad

Quizás lleve años escribiendo en mi mente este texto y es probable que el resultado no sea justo ante mis reflexiones alrededor el punto -que considero- es el más importante dentro de la personalidad de un ser humano.

La autenticidad es un reflejo automático del valor de una persona consciente. Para serlo, hay que estar seguros de quiénes somos y reconocer nuestro sentido dentro de la vida. Para ser auténticos habría que repasar una señal holística dentro de la axiología y notar las bases y sustentos que dan pie y garantía a nuestro ser.

Hace falta perdernos, reconocernos y encontrarnos. En muchos casos vemos a personas con vidas aparentemente resueltas y sin mayor viso de problema sucumbir ante sus miedos más propios e íntimos. Ante esos solo hay desconfianza, a sabiendas que solo es en el caos cuando aprendemos a tomar las decisiones que marcan esencialmente la impronta de lo que somos.

Pero somos torpes. A veces queremos parecernos a otros para sentirnos aceptados… ¡Cómo si nosotros fuéramos esos otros! Es un error que se repite por el miedo mismo que nos significa no sabernos aceptados por quienes somos. Para calmar esas angustias mentales, decidimos sacrificar nuestro desarrollo propio y nos enquistamos deseos ajenos como personales. Y, cuando empezamos a vivir lo que no es nuestro, definitivamente le robamos tiempo a nuestra vida para forzarla a ser solo un garabato con el tiempo contado.