Aún recuerdo esos años llenos de angustias y anécdotas de
colegio. Esa incontrolable frustración producida por las fórmulas, las
funciones y las estructuras algebraicas. Siempre mi mente replicaba su uso.
Nunca había repuesta que calmara mi descontento. Sin embargo, era lo único que
se podía hacer. La obligación dictaba que era necesario terminar con los
ejercicios para aprobar y, a la larga, aprobar es el único sentido que propone
gran parte de la existencia.
Para lograr un resultado exitoso en la clase y sus exámenes
empapados en tedio, era perentorio saber despejar. Despejar la equis, despejar la incógnita,
despejar la duda que no permitía conocer una respuesta que la mayoría de
ocasiones resultaba ser simple, evidente y hasta predecible. Eso sí, nunca he
sido bueno en las matemáticas. La más elemental división se me hace complicada.
Eso mismo es lo que toma en la existencia redefinir la
llanura de una situación que no tiene sentido o no lleva coherencia. Además,
eso es lo que destruye la mayoría de las ilusiones, pues la curiosidad y la
eventualidad entran en conflicto con el curso natural de todas las cosas.
Todo esto para complementar la anterior entrada de este
blog. La duda fue despejada. Fue simple. La respuesta estaba ahí, era clara,
pero no aceptada hasta que se hizo manifiesta por una de las partes. El egoísmo
de no querer ver lo presente forzó a que la clara luz del día propusiera que lo
que en principio es un campo productivo lleno de minerales, solo está compuesto
por rocas que debilitan cualquier elemento que quiera dar raíces allí.
Y es claro que en la vida responder a los problemas se torna
en otro problema. Hay quienes prefieren dilatarlos hasta que solamente encuentran
una oportunidad a secas para resolverlo someramente y hay quienes luchan para
deshacerse de cualquier proceso que pueda terminar consecuentemente en un
problema. Relegar y prevenir. Pensar y hacer. Contrarios. Opuestos.
Ahí está respondida la duda, aunque todavía no entiendo cómo
es que dicen que los opuestos se atraen cuando ninguno de los lados se dispone
a abandonar sus propiedades.
Por algo será que en esas funciones hay tantos irracionales...