En las ocasiones anteriores de dialogar con la artista,
nunca había caído en el sentimiento de preguntar por una canción de principio de siglo
denominada ‘Se me acabó el amor’. La conocí, por coincidencia, hace algunos
meses, cuando comprendí que ese manantial enorme de energías existenciales,
como el amor, sí se puede dosificar o, por defecto, detener.
“Quería hacer música romántica… Momentos de introspección
y reflexión, pero también de bulla y alegría. Lo más importante en este tipo de
canciones creo que es nuestro sello, es la manera de conectarnos con esta
canción y poner nuestra voz al servicio de una canción, no la canción al
servicio de una voz”, me ripostó la cantante cuando le pregunté sobre la
esencia y la fuerza que tiene esta pieza para voltearnos patas arriba en cuanto a emociones se refiere.
Pero, lo que agregó, fue un toque de sensatez y un polo a
tierra: “Cuando el amor se acaba, lo
único que hay que hacer es distanciarse. Uno no puede forzar las cosas en esta
vida ni forzarlas en la vida de nadie; sino darse espacio para que todo vaya
pasando de la mejor manera”.
Y matiza con la sabiduría del arte: “Nunca hemos hecho ni hemos querido hacer baladas suplicantes; es
decir, siempre que hablamos de tristeza y de desamor, lo hablamos desde un
punto de vista tranquilo… No que “te vas y no soy nadie o nada sin ti, o que no
puedo ser feliz sin ti”; nosotros siempre tratamos de contarle a la gente que
puede haber tristeza y que uno puede pedir perdón, pero siempre con dignidad,
porque el amor propio y el autorrespeto no es negociable y, cuando canto esta
canción, trato de proyectar esto”.
Las palabras de Maía me recordaron el buen duelo; el saber
apartarse y el saber aceptar que todo se acaba, incluso aquello que pintaba no
conocer de fronteras. Pero, también, insiste en que hay que tener dignidad y
aceptar el abandono o ser abandonados, o entender que es mejor concluir bien
que llevar todo hasta el extremo del perjuicio.
El amor se acaba o se transforma, pero no debe ser motivo de obsesión para exterminar la tranquilidad del otro agente, ni creerle un enemigo sempiterno. No es justo que lo que fue amor se convierta en resentimiento. Hay que madurar para recordar las cosas con la misma gracia con la que se crearon. De lo contrario, hay un ego intentando torpedear cualquier forma de felicidad y alegría porque no le han satisfecho sus demandas.
A veces tomamos con un gris y una sombra la idea de que se
acaba el amor. Pero, no por terminar el amor, se acaba la cordialidad y el
aprecio. Son falsas ideas que hemos recibido de otros quienes todavía buscan,
sin estrenar, su pedazo de amor.
Así como lo dice Maía, pues, no hace falta ponerse de
rodillas, emborracharse como si no hubiera mañana o sentir que el mundo se
destruye por una ausencia. Cuando eso sucede, sí se acaba el amor, pero el
propio.
Vea la entrevista con Maía en 2:32:00
Vea la entrevista con Maía en 2:32:00
Hermoso escrito y excelente reflexion sobre el final de una relación amorosa.
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