viernes, 4 de septiembre de 2020

Se me acabó el amor

Hoy volví a entrevistar a la artista y cantante Maía gracias a Pedro Serna y el equipo de ‘El Club del Oyente’, programa en el cual participo todas las mañanas en la emisora que produzco. Y fue un momento de absoluta revelación y sintonía.

En las ocasiones anteriores de dialogar con la artista, nunca había caído en el sentimiento de preguntar por una canción de principio de siglo denominada ‘Se me acabó el amor’. La conocí, por coincidencia, hace algunos meses, cuando comprendí que ese manantial enorme de energías existenciales, como el amor, sí se puede dosificar o, por defecto, detener.

 “Quería hacer música romántica… Momentos de introspección y reflexión, pero también de bulla y alegría. Lo más importante en este tipo de canciones creo que es nuestro sello, es la manera de conectarnos con esta canción y poner nuestra voz al servicio de una canción, no la canción al servicio de una voz”, me ripostó la cantante cuando le pregunté sobre la esencia y la fuerza que tiene esta pieza para voltearnos patas arriba en cuanto a emociones se refiere.


Escuche la entrevista en este audio


Pero, lo que agregó, fue un toque de sensatez y un polo a tierra: “Cuando el amor se acaba, lo único que hay que hacer es distanciarse. Uno no puede forzar las cosas en esta vida ni forzarlas en la vida de nadie; sino darse espacio para que todo vaya pasando de la mejor manera”.

Y matiza con la sabiduría del arte: “Nunca hemos hecho ni hemos querido hacer baladas suplicantes; es decir, siempre que hablamos de tristeza y de desamor, lo hablamos desde un punto de vista tranquilo… No que “te vas y no soy nadie o nada sin ti, o que no puedo ser feliz sin ti”; nosotros siempre tratamos de contarle a la gente que puede haber tristeza y que uno puede pedir perdón, pero siempre con dignidad, porque el amor propio y el autorrespeto no es negociable y, cuando canto esta canción, trato de proyectar esto”.

Las palabras de Maía me recordaron el buen duelo; el saber apartarse y el saber aceptar que todo se acaba, incluso aquello que pintaba no conocer de fronteras. Pero, también, insiste en que hay que tener dignidad y aceptar el abandono o ser abandonados, o entender que es mejor concluir bien que llevar todo hasta el extremo del perjuicio.



El amor se acaba o se transforma, pero no debe ser motivo de obsesión para exterminar la tranquilidad del otro agente, ni creerle un enemigo sempiterno. No es justo que lo que fue amor se convierta en resentimiento. Hay que madurar para recordar las cosas con la misma gracia con la que se crearon. De lo contrario, hay un ego intentando torpedear cualquier forma de felicidad y alegría porque no le han satisfecho sus demandas.

A veces tomamos con un gris y una sombra la idea de que se acaba el amor. Pero, no por terminar el amor, se acaba la cordialidad y el aprecio. Son falsas ideas que hemos recibido de otros quienes todavía buscan, sin estrenar, su pedazo de amor.

Así como lo dice Maía, pues, no hace falta ponerse de rodillas, emborracharse como si no hubiera mañana o sentir que el mundo se destruye por una ausencia. Cuando eso sucede, sí se acaba el amor, pero el propio.

Vea la entrevista con Maía en 2:32:00

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