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domingo, 7 de marzo de 2021

Encontrarse con uno mismo

Pasamos todo el tiempo con nosotros, pero, casi nunca, estamos con nosotros. Suena a cliché o a idea salida del tono, pero, a lo que voy, es que en muchas ocasiones perdemos la sintonía propia por buscar saber qué frecuencia tiene el mundo exterior.

Para podernos integrar perdemos parte de los nuestro, como si fuera una licencia, para poder recibir de lo exógeno. En otros momentos, lamentamos haber puesto tanta reticencia en aspectos fuera de nuestro control que, finalmente, optan por robarnos paz y serenidad, dos de los insumos más esenciales para vivir sin remordimientos reales y no pasajeros.

Para apartarse se necesita voluntad; a veces se adquiere porque es la única salida o porque la fatiga y saturación que nos causa la hiperconexión y el intercambio con otras personas nos rebosa lo que estamos dispuestos a dar y, asimismo, recibir.

También, es un despropósito que muchas personas tomen como una ofensa entender que alguien se quiere aislar de ellas; es algo así a personalizar el deseo ajeno de libertad. “Nadie puede ser libre si yo no lo permito”. Pero la vida es más que eso, hay que recordar que, entre las mayores mentiras existenciales, están los egos y todos cargamos con uno. ¿Cuánto nos permitimos engañarnos por él?

martes, 2 de junio de 2020

Un empate valiente

Para comenzar este relato debo poner el vaso de agua tranquilamente sobre la mesa y buscar una razón del porqué a la confusión entre competencia y rivalidad. Hay quienes creen que toda competencia es una encarnada rivalidad, mientras que discurren que la competencia es una bronca moral o de ejercicio.
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A veces, esta vida de ganadores y perdedores, nos propone empates. Entonces, nos deja con las fiestas organizadas e infértiles mientras que las broncas y las excusas se apilan como los deseos de victoria. Pero no es así… Quedamos muchas veces en tablas y no sabemos, entonces, cuál es el camino. ¿Sumamos o restamos? Es la doctrina del blanco y del negro la que nos dice que empatar es algo… ¿reprochable?

Por ejemplo, en el fútbol americano, sobre todo en la NFL, no hay peor cosa que un empate. En las tablas de posiciones o registro, los empates se relegan a un tercer dígito. Un equipo puede tener 4-3-1: cuatro partidos ganados; tres perdidos y uno empatado. Son tan exiguas las ocasiones en las que eso sucede que los empates hacen sobresalir a los equipos por encima de su propia marca de partidos ganados. A veces los empates, las tablas, las igualdades, paradójicamente, nos hacen sobresalir. Incluso, los “comentaristas de fútbol” llaman a eso con un término amorfo y vulgar: “empatitis”.

La vida nos deja en tablas cuando buscamos algo, pero no nos lo otorga, pero tampoco, fehacientemente, nos lo niega. Entonces, quedamos buscando norte… ¿o sur? (¿Por qué siempre debe ser el norte?) Y ahí decimos ahora qué. Lo peor que se puede hacer en estos casos es interpretarlo como una demoledora derrota; aunque no es buena idea pretender que son victorias pírricas que nos pueden enceguecer.