Toda la vida nos han dicho que el norte es la dirección por excelencia. Todos debemos tener un norte, o al menos, buscarlo.
No obstante, parece que el norte es de todas las direcciones, la más compleja como guía. Las brújulas apuntan en línea recta, pero, ¿qué hacer cuando el norte no es la solución?
A veces me pregunto por qué la edad nos hace tan temerosos de la vida, pero tan desesperados porque todo suceda, pretendiendo dejar si ocupación el mañana, ese norte.
Y quizás eso sucede a diario. Se empeña cualquiera en proyectos difíciles, que son una lucha sin cuartel. En ocasiones nos enamoramos de corazas ajenas que lo único que logran son frustraciones.
Dicen que la ayuda solo se otorga cuando se pide, pero estamos los nefelibatas que gustamos por ayudar como esencia, aunque nos enteramos al final que vamos al sur con nuestras buenas intenciones. Por eso, siempre seré fanático de tirar la toalla. Es la forma más prudente de aceptar el fracaso, porque bien se dijo hace un par de siglos... El arte de vencer se aprende en las derrotas. Y no es más. Se recoge la toalla y se busca otro norte, porque hay varios.
Raudal de creaciones someras. Soy un sempiterno aspirante a meteorólogo y psicoterapeuta. Notificador de noticas. Incomprendido. Escuchador. Terco.
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domingo, 3 de septiembre de 2017
jueves, 13 de abril de 2017
La cosificación del hombre y la codicia
Al hablar con un
casi extraño sobre este tema lo primero que se evidencia es que es un evento
que sucede con todos. Sin embargo, ahora sucede con mayor frecuencia, en
cualquier clase de círculo, sin que su presencia se ocupe de llenar una casilla
calificativa.
La atracción del
hombre por reducirse es atractiva desde lo curioso y lo simple, pero no deja de
ser angustiante por las nuevas formas de sumisión de la codicia, aquella que
motiva en muchos casos y en otros momentos puede significar un silente enemigo
con enmiendas letales.
Todas las
conclusiones de este escrito –si es que lo son- hacen parte de la aguda reyerta
del contacto permanente con las trivialidades de los demás, quienes en su
mayoría se sienten en necesidad de tener que contar algo, por nimio,
irrelevante o falso que sea. Hay que ser claros, cuando se publica algo la
intención nata es contarlo, que se sepa, que se conceptualice y al final, como
todo, se genere un juicio que quizás le importa a… ¿nadie?
Y eso ha sucedido
con la cosificación de los hombres. Son generaciones vanguardistas las que
buscan contar fragmentadas historias cuyos momentos de crudeza y dolor nunca
parece, precisamente aquellos episodios enriquecedores. Y en realidad, dentro
de ese mar de dudas nace la desconfianza hacia aquellos que se sienten
representados por cosas que desean tener, hacer y magnificar con colores
ángulos y filtros.
Cualquiera se
podría ir al caso… Ahora pocos publican sus talentos y sus logros en sus
irrelevantes y obsolescentes historias. Lo que es común ver es un ciclo eterno
de sujetos mostrando que comen –como todos-, que corren –como todos-, que
viajan –como todos-, que pueden amar –como todos-, pero nunca que sufren –como
todos-.
Por eso lo
pusilánime de todas estas cosificaciones, de aperturas vacías a vidas
irrealizables, pues simplemente hay empeños vacíos como estos de querer vidas
episódicas. Quizás, a raíz de todo ello, resulta difícil creer en estas
historias existenciales que no llevan hilos conductores, sino que parecen
narradas por flashes o momentos reveladores.
Pero, en realidad,
¿a qué va esto? Para soslayar aquellas dichas con las verdaderas necesidades…
¿Qué hacen falta más cenas fastuosas, reconocimientos de falsos méritos en
caminadoras, de salir más allá de las esquinas más próximas, para conocer y
tener algo que realmente contar, de saber que como se quiso, también se puede
odiar o recordar?
Así que no queda
más que desconfiar de aquellas historias perfectas, que aunque no dicen nada,
pretenden sustentar vidas perfectas en infiernos perfectos. Por ello, siempre
tendrá mayor valor de verosimilitud apreciar el silencio de un atormentado, que
los falsos ascensos del cosificado. Pero, lo más inentendible, y hasta
inenarrable, es que hay quienes quieren todo eso, lo envidan, lo desean, lo
buscan, lo viven, y después solo quieren morir. Mucho más fácil es vivir de
verdad y ciertamente, ya otros han vendido y comprado todo aquello que quieren
ahora ofrecer.
sábado, 26 de septiembre de 2015
Misión cumplida
Hay días laborales que uno concluye satisfecho, sea porque
se alcanzó el objetivo o porque el rendimiento fue el esperado y todas las
tareas se sortearon efectivamente. En otras ocasiones no hay explicación.
Simplemente se está bien y el gozo eventual es colosal.
Quizás eso ocurre hoy también.
En momentos, parte la gracia plena de un riesgo no está en lograr el objetivo como tal, sino en haber tomado las fuerzas para el intento y dar el paso. Abandonar lo que llaman ahora la zona de confort es fundamental para afrontar el fracaso con alegría.
En momentos, parte la gracia plena de un riesgo no está en lograr el objetivo como tal, sino en haber tomado las fuerzas para el intento y dar el paso. Abandonar lo que llaman ahora la zona de confort es fundamental para afrontar el fracaso con alegría.
Existen varios ingredientes que se adhieren a la receta de
la plenitud a pesar de la derrota. Hacerlo con afecto, con seguridad y con
clara consciencia de cualquier consecuencia son algunos de ellos. Tener los
pies en tierra, sin truncar sueños es un híbrido que suele funcionar bien
cuando el terreno es movedizo, incierto y quizás no el esperado.
Aplica, sin temor a duda alguna, en maduras como en verdes,
decir como la canción Let it be.
sábado, 19 de septiembre de 2015
En vano
Cuando era niño, en los angustiantes años colegiales, un
problema siempre fue entender la locución en
vano.
Jurar en vano. Tremendo lío tener que jurar a la bandera y
al Pabellón Nacional algo que recitaba mecánicamente, pero que no entendía
siquiera. Por ello, jamás juro, y menos a la bandera. Apartadamente la saludo.
Vano después tendría más cabida conforme avancé en el
conocimiento de las acepciones y sus aplicaciones dentro del simple contexto
ordinario de la vida. Acciones en vano y palabras en vano. Pareciera que el
término fuera un caparazón para cubrir lo infructuoso, infectivo y débil de la
humanidad.
Seguramente el lazo de causalidad que hay entre el obrar y
tener la cabeza vana por el exceso de trabajo -y no precisamente el productivo- es el que mantiene latente los intentos por hacer, pero, también, el que sostiene los fracasos de logros.
Un esfuerzo en vano es todavía más complejo de lidiar. Una
de mis frases de cabecera para describir ese sentimiento es “tanto nadar para
morir en la orilla”, y quienes me conocen saben que suelo usarla con severidad.
Existen posibilidades de fe de erratas, de voluntades nobles. No obstante lo
anterior, todo esfuerzo en vano es un desengaño existencial cuya reparación
solo viene acompañada de la chispa del entendimiento posterior.
Sin embargo, nunca un intento debe ser retenido por el solo
hecho de que puede irse a un saco roto. En la vida sobran los remordimientos y
los arrepentimientos, pero siempre será mejor arrepentirse por haber hecho que
por no haberlo siquiera intentado.
Debe ser una fórmula para crecer con templanza
sábado, 30 de mayo de 2015
Despejar la duda
Aún recuerdo esos años llenos de angustias y anécdotas de
colegio. Esa incontrolable frustración producida por las fórmulas, las
funciones y las estructuras algebraicas. Siempre mi mente replicaba su uso.
Nunca había repuesta que calmara mi descontento. Sin embargo, era lo único que
se podía hacer. La obligación dictaba que era necesario terminar con los
ejercicios para aprobar y, a la larga, aprobar es el único sentido que propone
gran parte de la existencia.
Para lograr un resultado exitoso en la clase y sus exámenes
empapados en tedio, era perentorio saber despejar. Despejar la equis, despejar la incógnita,
despejar la duda que no permitía conocer una respuesta que la mayoría de
ocasiones resultaba ser simple, evidente y hasta predecible. Eso sí, nunca he
sido bueno en las matemáticas. La más elemental división se me hace complicada.
Eso mismo es lo que toma en la existencia redefinir la
llanura de una situación que no tiene sentido o no lleva coherencia. Además,
eso es lo que destruye la mayoría de las ilusiones, pues la curiosidad y la
eventualidad entran en conflicto con el curso natural de todas las cosas.
Todo esto para complementar la anterior entrada de este
blog. La duda fue despejada. Fue simple. La respuesta estaba ahí, era clara,
pero no aceptada hasta que se hizo manifiesta por una de las partes. El egoísmo
de no querer ver lo presente forzó a que la clara luz del día propusiera que lo
que en principio es un campo productivo lleno de minerales, solo está compuesto
por rocas que debilitan cualquier elemento que quiera dar raíces allí.
Y es claro que en la vida responder a los problemas se torna
en otro problema. Hay quienes prefieren dilatarlos hasta que solamente encuentran
una oportunidad a secas para resolverlo someramente y hay quienes luchan para
deshacerse de cualquier proceso que pueda terminar consecuentemente en un
problema. Relegar y prevenir. Pensar y hacer. Contrarios. Opuestos.
Ahí está respondida la duda, aunque todavía no entiendo cómo
es que dicen que los opuestos se atraen cuando ninguno de los lados se dispone
a abandonar sus propiedades.
Por algo será que en esas funciones hay tantos irracionales...
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