Quizás lleve años escribiendo en mi mente este texto y es
probable que el resultado no sea justo ante mis reflexiones alrededor el punto -que
considero- es el más importante dentro de la personalidad de un ser humano.
La autenticidad es un reflejo automático del valor de una
persona consciente. Para serlo, hay que estar seguros de quiénes somos y
reconocer nuestro sentido dentro de la vida. Para ser auténticos habría que
repasar una señal holística dentro de la axiología y notar las bases y
sustentos que dan pie y garantía a nuestro ser.
Hace falta perdernos, reconocernos y encontrarnos. En muchos
casos vemos a personas con vidas aparentemente resueltas y sin mayor viso de
problema sucumbir ante sus miedos más propios e íntimos. Ante esos solo hay
desconfianza, a sabiendas que solo es en el caos cuando aprendemos a tomar las
decisiones que marcan esencialmente la impronta de lo que somos.
Pero somos torpes. A veces queremos parecernos a otros
para sentirnos aceptados… ¡Cómo si nosotros fuéramos esos otros! Es un error
que se repite por el miedo mismo que nos significa no sabernos aceptados por
quienes somos. Para calmar esas angustias mentales, decidimos sacrificar
nuestro desarrollo propio y nos enquistamos deseos ajenos como personales. Y,
cuando empezamos a vivir lo que no es nuestro, definitivamente le robamos
tiempo a nuestra vida para forzarla a ser solo un garabato con el tiempo
contado.